viernes, 14 de enero de 2011

Políticos manejan las instituciones desde el sótano

La crisis que se vive en el ámbito del Poder Legislativo es algo que fácilmente podía preverse que iría a suceder más tarde o más temprano. El problema radica en el bajísimo nivel de institucionalidad que posee actualmente nuestro sistema democrático, por culpa, por supuesto, de quienes asumieron la responsabilidad por ella. Nuestros senadores y diputados hace ya bastante rato bajaron al sótano de la política, donde hay que manejarse con la basura y las alimañas. Observando su proceder, se diría que nunca les penetró en la conciencia el hecho de que las instituciones políticas, para que cumplan cabalmente su función, deben estar mantenidas por encima de los tironeos partidarios y de las pequeñeces que habitualmente se disputan como perros famélicos las bancadas, bancaditas, grupos, grupetes y “rejuntamientos” más o menos efímeros que se forman en la cotidianidad de la gestión de las cámaras del Congreso. Es de este modo como se va dañando inexorablemente la imagen de las instituciones más importantes, fortaleciendo en la conciencia de la ciudadanía la muy peligrosa convicción de que el Congreso y otras instituciones republicanas no sirven para asegurar una sociedad libre, justa, equitativa y capacitada para prosperar.

La crisis que se vive en el ámbito del Poder Legislativo es algo que fácilmente podía preverse que iría a suceder más tarde o más temprano. El problema radica, como cualquiera sabe, en el bajísimo nivel de institucionalidad que posee actualmente nuestro sistema democrático, por culpa, por supuesto, de quienes asumieron la responsabilidad por ella.

Nuestros senadores y diputados, hace ya bastante rato, bajaron al sótano de la política, donde hay que manejarse con la basura y las alimañas. Observando su proceder, se diría que nunca les penetró en la conciencia el hecho de que las instituciones políticas, para que cumplan cabalmente su función, deben estar mantenidas por encima de los tironeos partidarios y de las pequeñeces que habitualmente se disputan como perros famélicos las bancadas, bancaditas, grupos, grupetes y “rejuntamientos” más o menos efímeros que se forman en la cotidianidad de la gestión en las cámaras del Congreso.

Nuevamente los legisladores cargan con la culpa de la crisis actual. La bochornosa manipulación que, a través de sus secuaces, perpetraron recientemente en el Consejo de la Magistratura (que no es la primera y, ojalá, aunque se duda, sea la última) al parecer no fue más que un anticipo de otras artimañas que estaban gestando en el Congreso algunos de los grupos, en contubernio con intereses del gobierno de Fernando Lugo. Fue allí donde, aprovechando su mayoría de votos en ese organismo –ya a estas alturas completamente desvirtuado y apartado de sus fines constitucionales–, la bancada colorada impuso una terna de partidarios suyos, “ilustres desconocidos”, para el cargo de fiscal general del Estado; ¡nada menos!

Ahora se mueve el otro bando formado en una coalición de bancadas, entre ellas las vinculadas con la coalición gobernante, intentando impedir que unos títeres sean anticipados a otros para ocupar los principales cargos de las instituciones de la República. De modo que nadie puede asegurar que los que sean escogidos por las “nuevas mayorías” legislativas vayan a ser mejores que los que serán dejados de lado, pero, puestos en ese juego, da igual que sean unos u otros. Por de pronto, algunos organismos importantes, como la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Superior de Justicia Electoral, recuperarán su regularidad meramente formal, mientras que el Ministerio Público aguardará tener mejor fortuna el año próximo, aunque se vaticina otra crisis en torno a su normalización.

Es así como se manejan, desde el nivel de subsuelo de la política, las instituciones más importantes. Es de este modo como se va dañando inexorablemente la imagen de ellas, fortaleciendo en la conciencia de la ciudadanía la muy peligrosa convicción de que el Congreso y otras instituciones republicanas fundamentales no sirven realmente para asegurar una sociedad libre, justa, equitativa y capacitada para prosperar económica y culturalmente. Y esta situación sirve, además, como bandera a los grupos violentos del “bolivarianismo” criollo para proponer arrasar con esas instituciones.

¿Qué ciudadano medianamente inteligente se sentiría confiado en que sus intereses están protegidos después de conocer cómo los colorados y los demás grupos del Consejo de la Magistratura escogieron a unos cuantos de sus allegados para copar la terna para fiscal general del Estado? ¿Cómo va a sentirse seguro nadie que siga el proceso de elección de los máximos jueces de la República?

El descrédito del Consejo de la Magistratura, por ejemplo, es ya tan grande a estas alturas que en la próxima convención constituyente probablemente muy pocos ciudadanos conscientes aconsejarían que se lo conserve. La misma incertidumbre cabe abrigar respecto al Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, también envilecido por la politiquería de subsuelo. Y a la misma Defensoría del Pueblo, que para lo único que sirvió hasta ahora es para gravar más pesadamente la burocracia estatal y esquilmar sus recursos. Porque, mientras se dilapida dinero en estos organismos inútiles, por otro lado se deniegan fondos para el plan “Una laptop para cada niño”, por ejemplo, que hubiera significado la apertura de más niños humildes a los nuevos conocimientos de la ciencia y la tecnología.

Hay que decirlo claramente: la manera como los senadores y diputados manejan los procesos electivos para los cargos de las instituciones más importantes de la República es una verdadera vergüenza. Especialmente los representantes colorados, que ya ni siquiera intentan disimular escondiendo la basura debajo de la alfombra, porque ahora la exhiben encima, sin sentir ni mostrar el menor rubor.

Todos los hombres y mujeres que habitan nuestro suelo deben despertarse de su modorra, anotar los nombres y apellidos de quienes arrastran por el fango la institucionalidad de la República, para denunciarlos en cada ocasión que se les presente y castigarlos con el voto en las próximas elecciones.

Fuente:ABC Color (13 de Diciembre de 2010)

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