martes, 11 de enero de 2011

Pacto para el atraso

Como en la mayoría de los pueblos, en el mío sufrimos el mal servicio del transporte público. Peor para nosotros porque estamos a 10 kilómetros de la ruta internacional, así que no nos queda otra que utilizar la empresa Piribebuy. En uno de esos viajes de retorno de la capital nos tocó una de esas chatarras que al subir el cerro Caacupé lo hicimos tan pero tan lentamente que uno de los pasajeros se levantó y pidió al conductor que pare un rato, se bajó y se dirigió atrás del bus. Todos querían saber si se sentía mal, pero al volver le dijo al chofer: solo quería comprobar si alguien estaba estirando el ómnibus porque no nos vamos a ninguna parte.

Esta anécdota forma parte de la vida de nuestros pueblos, pero es tan parecida al ritmo con que manejan los conductores políticos nuestra patria. Avanzamos tan lento, que en relación al desarrollo de las naciones de varias regiones del mundo representa un verdadero retroceso.

Si tomamos los últimos 20 años de vigencia de la democracia veremos que los pactos y las componendas que hicieron los conductores nos llevan por caminos cada vez más inseguros.

Por ejemplo, desde aquel pacto de gobernabilidad del 95, los acuerdos solo sirvieron como tranca para la institucionalidad de la república. En aquella primera componenda, debemos reconocer, por lo menos en la Corte fueron designados algunos respetables juristas, como el Dr. Irala Burgos.

Paralela a la elección de los ministros de la Corte también se eligió a los titulares de Contraloría, Fiscalía e integrantes del Jurado y Consejo de la Magistratura. En la mayoría de los casos se guardaron por lo menos la forma y en cada organismo recalaron algunos rescatables. En los períodos gubernativos que siguieron se mantuvo el mismo esquema de negociación, pero antes de mejorar la calidad de los elegidos, los políticos se inclinaron hacia la periferia y llenaron de residuos las instituciones tan elementales para la vida democrática del país.

Los que integran actualmente la Corte Suprema de Justicia, el Consejo de la Magistratura y el Jurado de Enjuiciamiento, en su gran mayoría, simplemente dan pena y constituyen uno de los peores obstáculos para el desarrollo del país. Ni falta hace decir que cuando falla la justicia se debilita la democracia, se acrecienta la inseguridad y se arriesga la libertad.

Sin embargo, pareciera que nunca aprendemos. Ahora, otra vez estamos observando cómo se forman componendas de oviedistas con luguistas; de liberales con colorados; de oviedistas con colorados, para ver qué grupo se queda con la Fiscalía General del Estado, con la Contraloría, con las vacancias de la Corte y del Supremo Tribunal Electoral. ¿A dónde nos conducirán estos oscuros arreglos de trastienda? Pues, posiblemente, al revés de aquel ómnibus de mi valle que era lento pero avanzaba para adelante, estos grupos que tienen aprisionados a los órganos democráticos arrastran al país aceleradamente hacia la destrucción institucional. Qué pena.


Fuente:ABC Color (5 de Diciembre de 2010)

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